-Ya llegamos
La voz de un sirviente me despertó.
Mientras tomaban nuestros bolsos, nos bajamos lentamente de la carroza.
-Mira, cariño, qué linda es la
catedral- le comenté a Adgar. Era la primera vez que salíamos de nuestro reino,
y todo me parecía una gran sorpresa. Una muchedumbre se paraba en las puertas
de la iglesia, esperando ver pasar a la novia. Entramos con urgencia al
recinto. ¡La boda ya empezaría, qué nervios! Finalmente, podré ver cuánto has
crecido, prima mía.
Nos sentamos disimuladamente en el
penúltimo banco para no romper el ambiente de expectación. Observé
detalladamente a los invitados. Había algo extraño en ellos, aunque no lograba
determinar qué era. No eran el tipo de personas que asisten al casamiento de
una noble. ¡Ya lo comprendo! Los invitados no eran de la realeza. Todos eran
personas provenientes del pueblo. A excepción de los reyes, mis tíos. Los
demás, seguramente nunca habían ni pisado un castillo o algo que se le
pareciera. ¿Qué hacían en el matrimonio? Qué absurdo. Y, ¿Un caballo? ¡Había un
caballo! ¡Y un camaleón sobre él! Ante el altar, el novio aguardaba a Rapunzel,
vestido de traje blanco.
-¿Alguien sabe algo sobre Eugene
Fitzherbert?- le pregunté a la pareja que se ubicaba al frente –no lo conozco
del todo
-Nosotros tampoco. Pero escuchamos
que era un ladrón- susurró la mujer.
-¿Qué? ¿Un ladrón? No te creo
-Sí, sí. Dicen que se conocieron
porque intentó robarle la corona a la novia
Ay, prima. Te merecías más que eso. Debiste
haber elegido un mejor hombre. La música me sacó de mí misma. ¡Rapunzel había
entrado! La vi, emocionada. Qué belleza, la de los brillantes ojos verdes. Aunque,
su pelo, corto y café. ¿Y su cabello rubio? Bueno, supongo que se le oscureció
con el tiempo. Transmitía alegría con su sonrisa. Sí, definitivamente era ella.
La misa fue emotiva. Se leyó la
Biblia, ella dijo “sí”, él dijo “sí”. Después del beso, los novios salieron de
la catedral, seguido de los invitados. Los seguimos, esperando llegar al lugar
donde se celebraría la recepción. Al salir, nos topamos con una sorpresa. No se
iban a ningún lugar. Se quedaron en las calles, bailando junto a los recién
casados, en la plaza.
-¿La cena será al aire libre?- le
pregunté a Adgar, quien tampoco entendía mucho.
-Supongo yo. Vamos, bailemos
-No, no. Siento jaqueca, ya sabes.
Me voy a sentar
-Iré contigo
-Gracias- le dije, justo en el
momento en que la novia pasó al frente mío bailando con un anciano borracho.
–Ay, no entiendo cómo no actúa como una princesa normal
-No actúa como princesa, porque no
creció como una- nos interrumpió un hombre delgado, botado en el suelo. ¡Qué
maleducado es escuchar las conversaciones ajenas!
-¿A qué te refieres? ¿Dónde creció?
-No lo sé. Pero cuando llegó por
primera vez al pueblo, me acuerdo de que estaba asustada. Aunque con el paso de
los días se le pasó el miedo. Bailaba junto a nosotros, se reía. No era como
una princesa
-Oh. Bueno, voy a saludar a
Rapunzel- avisé, como pretexto para alejarme del desagradable vagabundo.
Ella, para variar, se hallaba saltando
como bruta, con su vestido blanco manchado. Tal vez con cerveza. ¿Sabría cómo
comportarse esa mujer?
-¡Rapunzel!- saludé, utilizando mi
mejor cara. Me respondió con su contagiosa sonrisa.
-¡Idun! ¡Me alegra verte!
-A mí igual, tantos años. Me acuerdo
de cuando eras una guagua
-¡Sí! ¿Cómo va todo?
-Bien, bien. No sé si sabes, que
estoy embarazada
-¿En serio? ¡Qué felicidad! ¿Qué
nombre le vas a poner?
-Estaba pensando, Harry si es niño.
Y si es niña, bueno, me gusta el nombre Elsa
-Es muy lindo. Espero que se nazca
bien
-Gracias. Que sean felices también
ustedes
Se rió, y luego siguió bailando,
girando como un trompo. Ya, ni que la música fuera tan pegajosa. Cuando la
veía, se me venían a la mente las palabras del
vago. Ella no había crecido como princesa. De ninguna manera la educaron
como una.